El plan de Almeyda para superar al Barcelona

El Sevilla vuelve a la acción en LaLiga y su enorme victoria por 4-1 ante el Barça sigue presente en el Ramón Sánchez-Pizjuán: un análisis de cómo logró esa celebración.

Después de dejar señales positivas en el inicio del ciclo de Matías Almeyda, el Sevilla debía recibir al Barcelona en un partido complejo. Más allá de que el vigente campeón de LaLiga venía de disputar un encuentro exigente ante el PSG en la Champions League y, además, arrastraba lesiones de peso, estaba claro que el conjunto andaluz no era el favorito. Tanto por el nivel de su rival como por ciertas características propias: en tiempos recientes había tenido problemas para ganar como local y el entrenador azuleño aún estaba -y está- implantando su estilo.

Sin embargo, el equipo nervionense llegaba con la ilusión de confirmar en un gran escenario todo lo bueno que había mostrado hasta ese momento. Si bien sus resultados no eran extraordinarios (hasta ese momento, acumulaba tres triunfos, un empate y tres derrotas), en su rendimiento se veían aspectos destacados. Para mejorar su cosecha y aumentar su confianza, pretendía ratificar esa línea en un duelo en el que partía en una teórica posición de desventaja. Pero los pronósticos se pueden romper, especialmente si se cuenta con un plan definido y convicción para aplicarlo.



Son dos puntos en los que Almeyda hizo énfasis antes y después del encuentro. Siempre confió en la capacidad de sus dirigidos para conseguir una victoria, y se encargó de fundamentar esa creencia desde lo táctico y lo mental. El club publicó en sus redes sociales una parte de su charla en el vestuario antes del inicio del juego, en la que arengó: «No es una final, no son partidos decisivos: es orgullo. Y cuando uno juega con orgullo, es porque juega con esto (corazón). Y cuando juega con esto (corazón), juega con esto (huevos). Y cuando juega con esto (huevos), no hay rivales. Entonces, (estén) convencidos de lo que quieren hacer. ¡Vayan y ganen, carajo!».

Aun así, no sólo fue una cuestión de motivación. Para alcanzar ese resonante triunfo por 4-1, el «Pelado» ideó una receta que fue muy bien aplicada sobre el campo. En la conferencia de prensa posterior al encuentro, analizó el cambio a una línea de cuatro (venía utilizando tres centrales) y lo que pensó para el compromiso: «El Barcelona juega con tres delanteros, y con cuatro defensores estábamos bien. Pero a la vez quería agregarle un poco más de fútbol a la mitad de la cancha, y con Djibril (Sow) lo logramos. No dejamos pensar a los tres cerebros que tiene el Barcelona en la mitad de la cancha, y tal es así que los que marcaban diferencias, hasta que se dieron cuenta, fueron sus centrales. La estrategia era ésa, y hasta que la detectaron salió bien. Creo que el primer tiempo, por intermedio de esa dinámica que tuvimos, de esa presión, de dónde lo hicimos y de qué manera lo hicimos, podríamos haber hecho más goles. Fallamos abajo del arco muchas posibilidades que con el Barcelona no podés fallar. Porque ellos entraron en juego nuevamente con el gol».



Como remarcó el propio Almeyda, la clave principal de su plan estuvo en anular al mediocampo del Barça. Frenkie de Jong y Pedri son dos jugadores que intervienen mucho y que mejoran el juego de su equipo, al controlar los tiempos y participar en diferentes fases de los ataques (para salir desde atrás, progresar en el campo y crear ocasiones). A ellos dos, que son dos piezas fundamentales, se suma un Dani Olmo que, aunque no atraviesa su mejor momento, es capaz de aportar acciones destacadas en el último tercio. A partir de unas férreas persecuciones individuales, el Sevilla consiguió reducir la influencia de esos tres futbolistas en los circuitos del Barcelona. El conjunto andaluz alternó entre dos variantes (ver arriba): dispuso a Isaac Romero entre los centrales rivales -y un zaguero propio quedaba libre-, o realizó emparejamientos totales a partir del adelantamiento de Alexis Sánchez y José Ángel Carmona y del desplazamiento de César Azpilicueta hacia la banda. Con ambas opciones, obtuvo más beneficios que problemas.

Las marcas personales son un sello del entrenador azuleño, ya que con distintos matices (sobre todo desde su ciclo en San Jose Earthquakes, en el que agregó variantes) las ha aplicado en todos los clubes por los que ha pasado. Se trata de una propuesta exigente física y mentalmente (por los desplazamientos y la concentración que requiere) y que tiene ciertos riesgos (el error en una «pareja» puede desmoronar toda la estructura), pero que cuando es bien ejecutada le presenta problemas al adversario. Más allá de que no son muchos los equipos que las utilizan y, por ende, no es habitual enfrentarse a una defensa de este tipo, los inconvenientes para el oponente surgen por cómo se ve condicionado su funcionamiento.

Si son cercanas y coordinadas, las persecuciones son capaces de bloquear las opciones de pase, provocar recepciones incómodas (de espaldas y con un jugador encima), forzar resoluciones complejas (por el poco tiempo tanto para pensar como para ejecutar) y afectar mentalmente al contrario (al generar confusión o frustración). También suele aumentar el protagonismo de los centrales en el juego del rival, ya que ellos y el arquero son los que más margen tienen para decidir. Si bien el Barcelona cuenta con zagueros que se destacan en salida (Pau Cubarsí y Eric García, quien ingresó para el segundo tiempo), Almeyda buscó aumentar su preponderancia al anular a los mediocampistas. Y lo logró.



Con los emparejamientos de Djibril Sow y Frenkie de Jong, Lucien Agoumé y Pedri, y Batista Mendy y Dani Olmo, el conjunto andaluz consiguió reducir las intervenciones de los tres mediocampistas blaugranas. Lo marcan los pocos toques que tuvieron en este partido en comparación con sus números habituales (ver arriba): se refleja al observar sus medias por 90 minutos -para igualar el tiempo en la comparación- en cada encuentro y al poner cara a cara sus promedios por 90′ entre las primeras 7 jornadas con sus cantidades ante el Sevilla. En la 8ª jornada, contra los nervionenses, no sólo tuvieron sus registros más bajos en un compromiso, sino que sus números se redujeron notablemente con respecto a los que mantenían hasta ese momento.

Pero no sólo fue una cuestión de totales, sino que, en líneas generales, la calidad de sus participaciones también estuvo por debajo de lo usual. Con los circuitos condicionados por las persecuciones, muchas veces recibieron en situaciones incómodas y no pudieron rendir en su nivel habitual. Eso no sólo derivó en pérdidas que se tradujeron en ocasiones de peligro (como en el segundo gol; ver abajo), sino que aumentó el protagonismo de los centrales en el juego del Barcelona. En busca de generar ventajas, debieron intentar envíos riesgosos o conducir más de lo normal. Como era algo buscado, los dirigidos por Almeyda tenían una respuesta para esas incorporaciones de los zagueros, ya que cuando uno de ellos avanzaba y entraba al último tercio, un mediocampista o un defensor del conjunto andaluz le salía al paso mientras bloqueaba la línea de pase hacia el futbolista que dejaba de seguir. Como las otras opciones estaban tomadas, eso le dio resultado porque las internadas de los marcadores del Barça no provocaron situaciones de gol.



Las marcas personales le permitieron al Sevilla sofocar las tenencias del equipo catalán y tener el control. No sólo por las recuperaciones que consiguió, sino por cómo las aprovechó para contraatacar. Después de quitar, los de Almeyda apuntaron a las espaldas de los laterales para castigar la característica línea adelantada del Barcelona. Bajo el mando de Hansi Flick, es habitual que la defensa blaugrana se adelante con la intención de dejar en offside a los adversarios. Aunque suele tener coordinación para lograr su propósito, también es vulnerable ante las rupturas ejecutadas con precisión. El conjunto andaluz supo exprimir esos espacios, tanto por los costados como por el centro (con carreras desde atrás para que los centrales no tuvieran referencias tan claras). Más allá de las ocasiones que no finalizaron en una celebración por imperfecciones en la definición, los últimos tres goles del dueño de casa llegaron a partir de desmarques y profundizaciones por las bandas (ver arriba).

El dominio nervionense fue más pronunciado durante la etapa inicial y, especialmente, en los primeros 40 minutos: en ese lapso, realizó seis remates y permitió apenas dos; anotó dos goles y pudo haber convertido más, ya que contó con situaciones muy peligrosas que no concretó. Para la segunda parte el Pelado insistió en mantener la línea, como se vio en el fragmento de su charla en el entretiempo que publicó el club, pero la superioridad del Sevilla no fue tan marcada. Aunque no sufrió mucho (el Barça contó con el penal fallado por Robert Lewandowski y dos maniobras de Roony Bardghji como acciones más importantes), los de Flick mejoraron. El ingreso de Eric García les dio otra salida nítida desde atrás (Ronald Araújo había aportado poco en ese aspecto) y el local no consiguió aplicar de la misma manera su idea de quitar y lastimar con transiciones veloces. Hasta que, en el último tramo del partido, sacó más ventaja y completó una excelente y merecida victoria.

Con un plan definido y convicción para llevarlo a cabo, los dirigidos por Almeyda construyeron un éxito muy destacado por la magnitud y la forma. No sólo aumenta la confianza en el camino que comenzaron a recorrer en esta temporada, sino que lo lograron a partir de virtudes que ya habían mostrado y que empiezan a ser parte de la identidad de este Sevilla. Si bien la campaña cuenta con un largo trayecto por delante, se trata de un triunfo que puede sentar bases firmes para el futuro del conjunto andaluz.

Crédito de la foto de portada: AFP.

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