Griezmann, una figura de galera y sudor

Elegante y decisivo con el balón, Antoine Griezmann no rechaza el trabajo defensivo y se esfuerza con el entusiasmo de un niño. Una estrella completa que brilla cada día más.

Nota publicada el 07/11/18.

Gira el cuello y mira por encima de su hombro una, dos, tres veces. Para un lado y el otro. Se mueve hacia un sector donde no hay nadie y da pequeños saltos en el lugar, esperando con algo de ansiedad el pase que pose el reflector sobre él y lo haga entrar en escena. Cuando realiza el control, siempre exacto, ya sabe lo que va a hacer; claro, si estudió todo el mapa antes. El pase es preciso y sirve para que el ataque cambie de tono, favorezca aún más a su equipo. Tras la descarga, arranca otra carrera y busca volver a ofrecerse. Pero si la jugada llega a terminar ahí, sin festejo, él no para: presiona, exige y es capaz de tirarse al piso para recuperar.

Así es Antoine Griezmann, un jugador total que combina esas facetas, generalmente opuestas, con normalidad. Maneja tantos registros del juego y los expresa con tal simpleza que su talento a veces pasa inadvertido al lado de acciones llamativas, no siempre favorables para el objetivo colectivo. Quizá por eso se mencionó que su Mundial en Rusia 2018 no fue bueno y se ponderó más a Kylian Mbappé, de galopadas electrizantes y decisivas, sin apreciar del todo la importancia del hombre del Atlético en el campeón del mundo.

Pero sin entrar en comparaciones, el mediapunta de 27 años desparrama su talento en la cancha. Demostró su calidad en sus últimos dos partidos con la camiseta rojiblanca, ante el Leganés por Liga y frente al Borussia Dortmund en Champions: exhibió sus distintas cualidades, su adaptación y, como capitán, gestos de líder.

Como si viera el campo desde lo alto, Griezmann siempre sabe dónde ubicarse para poder recibir en zonas favorables y hacer daño. Sea con movilidad entre líneas, una carrera al espacio, un desmarque hacia una banda o un descenso hasta la zona de mediocampistas, en todo momento es consciente de qué necesita el equipo y dónde puede lastimar al rival.

En el Atleti tiene la libertad para desplazarse hacia donde desee, y que los volantes externos se cierren -para sumar opciones por adentro y dejarles el carril externo a los laterales- le permite contar con apoyos internos o lugar para esperar el pase con tiempo y espacio en los costados e idear la terminación del ataque.

Cuando recibe, hace todo simple: generalmente, descarga de primera -algo que Ángel Correa, destinatario de grandes pases finales del francés en el Municipal de Butarque y en el Wanda Metropolitano, sabe bien- o controla y pasa para darle continuidad a la acción. Se equivoca poco en los envíos y suele acertar por dónde continuar el avance.

Esto lo hace un jugador capaz de adaptarse a los ataques estacionados, por su inteligencia y precisión, y al juego de transiciones, por su despliegue y lucidez. Lo completo que es se ve también en los tantos que convirtió esta semana, de tiro libre frente al Leganés y en un contraataque por la Champions.

A pesar de su calidad, no ahorra esfuerzo. Está siempre dispuesto a colaborar en la presión o a ayudar en el repliegue para cerrar caminos y recuperar, en un club que reconoce el desgaste como pocos: en sus dos carreras terminadas en barridas para enviar el balón al lateral contra el Dortmund, Griezmann fue muy aplaudido.

Lo hace en el Atleti y lo exhibió con Francia en el Mundial de Rusia, con grandes ejemplos dados en los octavos de final ante Argentina, cuando le marcó a Lucas Hernández que no pasara tanto al ataque, y en la semifinal frente a Bélgica, cuando no acompañó una contra para ocupar una posición defensiva y luego se tiró a los pies de Eden Hazard para intentar recuperar la pelota.

Haciéndole honor a la cinta de capitán que lució en estos partidos, contra el conjunto alemán dejó dos gestos que muestran su ascendencia como líder: en el primer tiempo, el francés se molestó con Correa porque no había visto un pase hacia él tras una diagonal que lo dejaba libre, pero cuando la pelota salió y se acercó al argentino, lo alentó para que siguiera intentando; en la apertura del marcador, luego de haberle indicado a Filipe Luis hacia qué zona enviar el centro, fue el único que inmediatamente se dirigió a felicitar al brasileño por su asistencia.

Exquisito y trabajador, capaz de lucir un traje y un overol en el mismo partido. Así es Griezmann, una figura de galera y sudor.

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