En un gran partido, el conjunto parisino logró un triunfo clave ante el Bayern (3-2) a partir de un plan coherente y agresivo. Supo resistir y ser eficaz.
Desde que el sorteo los emparejó se preveía una serie vibrante, y en 90 minutos el Bayern München y el Paris Saint-Germain ya demostraron estar a la altura de las expectativas. En el Allianz Arena, los dos finalistas de la Champions League 2019/20 superaron sus múltiples bajas y jugaron un partido de un altísimo nivel técnico, táctico y físico. Con predominio de los alemanes en tenencia, espacio y llegadas, los franceses consiguieron un 3-2 importante, por la victoria y los goles de visitante, a partir de un plan coherente.
«Creo que fue un encuentro increíble. Estoy muy orgulloso de mis jugadores, ellos fueron muy, muy, muy buenos. Trabajamos muy duro para jugar este tipo de partido ante un equipo que es muy bueno, un excelente equipo que es el último campeón. Obviamente, los futbolistas se merecen mucho crédito porque fueron muy, muy buenos», aseguró Mauricio Pochettino tras el compromiso en el canal del club. Considerando las ausencias propias y el ataque casi incontenible de los dirigidos por Hans-Dieter Flick, el entrenador argentino delineó una estrategia con un enfoque agresivo. Ante un rival que tiene una amplia variedad de recursos ofensivos, busca presionar muy arriba y recuperar inmediatamente y por momentos es avasallante, se enfocó en atacar sus debilidades en vez de protegerse de sus fortalezas -algo similar, salvando distancias, a lo ocurrido en la vuelta de los cuartos de le edición 2018/19, cuando su Tottenham visitó al Manchester City. Si bien puede sonar descabellado cuando sus hombres remataron un 20% de lo que lo hicieron los adversarios (31-6 fue el saldo), el santafesino pensó el trámite apuntando al arco contrario en vez de al propio, algo que quedó reflejado desde su elección de nombres.
Sin sus mediocampistas más aptos para lastimar desde la posesión, Leandro Paredes (suspendido) ni Marco Verratti (apartado desde su regreso de la fecha FIFA tras haberse contagiado de coronavirus), las posibilidades de manejar la pelota quedaron reducidas. Si bien el PSG castigó principalmente con ataques directos en su contundente triunfo en el Camp Nou, desde esos dos nombres por momentos se adueñó de la zona media (ese día su tenencia fue del 48%, frente al 37% del Allianz Arena) y fue más paciente para generarle duelos individuales a Kylian Mbappé. Pochettino podría haber optado por reforzar ese sector y alinear tres centrocampistas, lo que seguramente hubiese ayudado a congestionar más esa parte del campo y a cubrir mejor el ancho ante la circulación del Bayern, pero mantuvo dos piezas ahí e incluyó cuatro jugadores con vocación ofensiva.
El doble 5 conformado por Idrissa Gueye y Danilo Pereira se caracteriza más por tareas defensivas y de recuperación que por la gestación, algo que evidentemente marca el carácter de un equipo -más allá de que el senegalés tiene buen pie y de que cuando Ander Herrera, más apto para construir con el balón, entró por Marquinhos y el portugués retrocedió a la zaga la estructura no cambió. Con tres mediapuntas en cancha, todos inteligentes para moverse y precisos para asistir, y un centrodelantero veloz y letal con espacios, la alineación fue lógica para la postura elegida. Sobre todo si se consideran los puntos flacos del conjunto alemán, que en su carácter voraz abre la puerta para los contraataques y a lo largo del ciclo de Flick ha sufrido para controlar transiciones contrarias.
Con un 4-2-3-1 que mutaba a 4-4-2 para plantarse en un bloque medio, Ángel Di María y Julian Draxler ocuparon las bandas desde un objetivo ofensivo: que jugaran a perfil cambiado y tuvieran más facilidad para perfilarse hacia adentro y combinar con Neymar o lanzar a Mbappé. Eso quedó claro en cada contra que sacó el PSG, que retrocedió unos metros de su parado habitual para obtener campo para correr. Todos los ataques directos profundos contaron con patrones repetidos: la cercanía de dos de los tres mediapuntas para asociarse y encontrar margen para lanzar y desmarques incisivos del delantero francés, que jugó al límite contra la última línea. No son conceptos complejos, pero los dirigidos por Pochettino mostraron disciplina para llevarlos a cabo con regularidad y precisión para aprovechar esas oportunidades.
Esa búsqueda ofensiva y ese enfoque estratégico hacia el arco de Manuel Neuer dio resultado por la efectividad en las llegadas y por otro estupendo rendimiento de Keylor Navas en un día grande. Porque el Bayern, que no contó con Serge Gnabry ni Robert Lewandowski como ausencias destacadas, dominó territorialmente el juego (apenas el 14% de las acciones se dieron en el tercio cercano al arquero alemán) y logró establecer muchos caminos hacia el arco contrario, como es habitual. Con los centrales, sobre todo el izquierdo -fuera Alaba, como en un principio, o Hernández-, muy involucrados en la construcción y empujando desde atrás, un Kimmich que tuvo una gran actuación como director (67 de sus 78 pases fueron exitosos, con un 9/11 en los largos y 10 envíos clave), desequilibrio desde los extremos -en especial de Kingsley Coman, con un 5/6 en regates y una superioridad clara frente a Colin Dagba- y un Thomas Müller cerebral y de muy buen segundo tiempo como nexo, el dueño de casa mandó y por momentos resultó arrollador.
Entre todas sus variantes para profundizar, la más recurrente y la que más peligro generó fue su circulación rápida para mover la pelota de lado a lado, la de mayor lógica según fortaleza propia y debilidad ajena. Porque ésta es una de las principales virtudes del Bayern y una de las falencias más claras que ha mostrado el PSG en el ciclo de Pochettino, ya que los equipos que más lo han complicado han sido los que regularmente cambiaron de frente para salir, progresar o alcanzar el último tercio. Como su bloque defensivo generalmente es estrecho, las bandas quedan desprotegidas y los adversarios pueden aprovecharlo con un pase largo para quedar en ventaja frente a uno de los laterales, sea en un 1 vs 1 o un 2 vs 1. Así se generaron varias de las llegadas de los bávaros, incluido su primer tanto (ver segunda imagen abajo).
Entre dos equipos que optaron por potenciar los puntos altos y no maquillar los bajos, el encuentro resultó vibrante y con un altísimo nivel. Desde un plan arriesgado y la calidad y determinación de sus delanteros, el conjunto parisino propició un triunfo importante que también se entiende, en gran medida, desde las manos de Navas. Con la vuelta aún por disputarse, en el Allianz Arena pasaron 90′ de alto vuelo que dejaron a los dirigidos por Pochettino en una muy buena posición.
Crédito de la foto de portada: Lukas Bart-Tuttas/EFE.
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