Argentina dio el golpe y festejó tras 28 años

Con solidez, la Selección se llevó la final y cortó la sequía. Detrás de un Messi que vaticinó el «asalto» a Brasil y con varios puntos altos, gritó campeón.

Suena el pitazo final y él, que se estaba levantando luego de una barrida, se arrodilla y se lleva las manos a la cara, incrédulo y emocionado por haber alcanzado el tan deseado título después de varias caídas. Inmediatamente, en una reacción genuina y coreografiada, que por la sincronización hasta parece preparada, llegan Marcos Acuña, Rodrigo De Paul y Nicolás Tagliafico, los primeros en sumarse a un abrazo multitudinario que en pocos segundos también incluirá a los suplentes. Los 2.200 argentinos presentes en el Marcaná se acoplarían si pudieran, como también lo harían los alrededor de 45 millones de este lado de la frontera y los otros tantos esparcidos en el mundo. En el centro de esa reunión está quien más buscaba ser campeón y por quien individualmente más se deseaba la conquista: Lionel Messi, el líder del equipo y la figura del torneo.

Es que antes y durante la Copa América varios integrantes del plantel albiceleste manifestaron sus ganas de levantar un trofeo por el capitán, por su historia y su leyenda. Más allá de la búsqueda de un festejo colectivo para finalizar una racha adversa, quedar en la historia y sentar pilares para el futuro, las posibles imágenes de una celebración del «10» generaban una ilusión y una expectativa especial. «Fue una Copa increíble. Sabemos que todavía podemos mejorar muchas cosas, pero la verdad es que los pibes dejaron el alma y no puedo estar más orgulloso de tener la suerte de ser capitán de este grupo espectacular», celebró en Instagram el rosarino, en una frase que resume muy bien el presente de la Selección y las bases del camino a la gloria en Brasil.

Por un lado, el margen de mejora se ha hecho visible a lo largo de la competencia y en encuentros anteriores: los puntos para revisar o ajustar están y el techo de rendimiento es mayor. Con la confianza y el respaldo que dan estos logros, en las próximas convocatorias llegará un contexto favorable para atender estas cuestiones. Por otro lado, refleja la unidad de todo el plantel, que pasó un mes y medio concentrado y aislado y no sólo sobrellevó esa situación de la mejor manera, sino que a lo largo del torneo utilizó el clima de trabajo positivo y la gran relación entre todos como una fortaleza. Ahí, en una de las mayores virtudes del ciclo de Lionel Scaloni, se encuentra una de las principales razones del final feliz.

En un once que contó con muchos futbolistas de personalidad y con experiencia en citas grandes, algo que parece haber pesado en la decisión en cuanto a las dudas (sobre todo entre Gonzalo Montiel y Nahuel Molina, Leandro Paredes y Guido Rodríguez y Ángel Di María y Nicolás González), ese sentimiento colectivo floreció como otras veces. En un partido más de overol que de traje, Argentina se plantó bien en la cancha y trabajó en conjunto para superar a Brasil: para atacar y, sobre todo, para defender, todas las piezas aportaron.

En ese engranaje sobresalió la labor de Paredes y De Paul, el tándem característico del proceso que se volvió a juntar en la cita clave y lo hizo en toda su dimensión. En la mitad de la cancha ambos comenzaron 17 compromisos consecutivos (entre la tercera fecha de la Copa América 2019 y la primera de la 2021) y desde su complementación han marcado varios de los rendimientos del equipo. En este recorrido por el país vecino atravesaron intermitencias, principalmente por las apariciones de Guido Rodríguez, y no salieron de inicio como dupla en tres encuentros, incluida la semifinal, pero en el Maracaná fueron uno de los puntos más altos.

El del PSG dejó algunos de sus pases típicos, aunque sobresalió más por su actuación defensiva para cerrar caminos por la zona central y cortar las potenciales conexiones internas (con un inicio con quites muy acertados). Por su parte, el del Udinese redondeó una actuación muy completa que le hace honor tanto a su capacidad para contribuir en distintos rubros como a su frase de hace unas semanas en una entrevista en The Guardian: «¿Cómo explicaría mi rol? Soy como una rueda de auxilio. Y haré cualquier cosa que tenga que hacer para vestir la camiseta argentina». Sin la pelota cumplió al presionar más arriba y cubrir varias veces a Neymar, mientras que con ella se destacó al aguantar para salir (recibió seis infracciones), distribuir y participar en la iniciación, en la creación y hasta en la finalización (como la fantástica habitilación para Messi en el cierre).

De Paul fue un apoyo para todos, como reflejan sus números: 29/37 en pases, 3/5 en envíos largos, 1/2 en regates, 11/18 en duelos, 4 entradas y una intercepción. Además, surgió en un momento clave, al buscar a Di María con mucha precisión y asistirlo cuando la Selección estaba atascada, ya que entre el estado de la cancha, la presión rival e imprecisiones propias tenía complicaciones para progresar y extrañaba el poderío aéreo de Nicolás González para las salidas largas. Después, el «Fideo» hizo el resto: por derecha, donde alcanza su mejor versión, volvió a jugar un gran partido en el torneo y a dejar su huella en una cita grande (al pie, con desequilibrio y creatividad, o al espacio, con desmarques, complicó a Renan Lodi).

En defensa, lo más notorio pasó por lo compacto que fue el bloque y por lo lejos que salieron los centrales para evitar peligro de Neymar entre líneas (ver arriba). Tanto Nicolás Otamendi como, sobre todo, Cristian Romero, ambos de muy buen nivel en el certamen, tomaron ese riesgo para evitar que el jugador más diferencial de Brasil pudiera recibir (tuvieron 3 intercepciones y una, respectivamente) o que contara con tiempo y espacio para encarar si podía girar (en entradas completaron 4 y una). Junto con la solidez de Gonzalo Montiel en el uno contra uno (completó 7 entradas y ganó 9/10 duelos), consiguieron minimizar el peligro. Incluso cuando cedió el balón (de un 46% de posesión en los 45′ iniciales bajó a un 35% en los 45′ finales), la Selección transmitió aplomo y seguridad para, aun con algunas fallas, controlar al anfitrión.

Para eso también fueron útiles los cambios de Scaloni, con ajustes idóneos y acertados en el tiempo: ante la amarilla de Paredes, reforzó y refrescó esa zona con Guido Rodríguez (aunque le costó entrar en el juego); frente a la mayor amplitud del ataque brasileño a partir del ingreso de Roberto Firmino y los desajustes en la izquierda de la última línea, con Acuña arrastrado hacia adentro y espacios para Richarlison (así tuvo la chance más clara), optó por el ingreso de Tagliafico para adelantar al hombre del Sevilla y neutralizar mejor los avances por ese costado. Así transcurrieron los minutos finales, con un conjunto albiceleste bien plantado para rechazar los intentos de los dirigidos por Tite y desatar los festejos.

«Cuando todos tiran para adelante es difícil que al equipo no le vaya bien», aseguró el técnico santafesino, artífice de un grupo que se impulsó en su unidad para llegar al título. Y agregó: «Creo que el hincha se siente identificado con este equipo. Puede ganar o perder, pero nunca baja los brazos, nunca se da por vencido. No ganar no te transforma en un perdedor y eso es algo que se refleja en esta Selección. El título logrado ha sido todo mérito de los jugadores». Con aplomo y encolumnada detrás de Messi, Argentina concretó el golpe que anticipó y deseó el capitán, volvió a celebrar a lo grande y mira el futuro con optimismo.

Crédito de la foto de portada: @CopaAmerica.

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