El PSG fue a un estreno, pero vio otra peli

En el debut de su delantera estelar, vivió escenas similares a las de la primera vez en el ciclo del tridente Di María-Mbappé-Neymar: no fluyó y sufrió en defensa.

Luciendo su mejor traje, que hace tiempo generaba expectativas por su aparición, el Paris Saint-Germain viajó a Bélgica para una primera función especial. No sólo afrontaba el inicio de su trayectoria en la Champions League, sino también el esperado estreno de su tridente estelar conformado por Lionel Messi, Kylian Mbappé y Neymar. Pero cuando todo estaba preparado para una película entretenida y victoriosa, las imágenes incluyeron giros inesperados, dramatismo y suspenso, así como varios «flashbacks» a otro encuentro del conjunto parisino: el triunfo por 1-0 ante el Angers en enero, que tuvo el debut bajo el mando de Mauricio Pochettino del tridente de Ángel Di María-Mbappé-Neymar. Salvo por el final, que terminó en un decepcionante empate por 1-1, el duelo con el Club Brugge tuvo muchas reminiscencias del cuarto compromiso del ciclo del santafesino.

Aquella vez, en el Stade Raymond Kopa, el PSG tuvo problemas para atacar, no consiguió involucrar con regularidad a sus talentosos -en parte por el férreo 4-4-2 del rival- y presentó fallas en su transición defensiva. Con nuevos nombres y un escenario distinto (no sólo por la competencia, sino por la estrategia del adversario), en el Jan Breydelstadion volvió a experimentar muchas de esas escenas: en líneas generales, le faltó fluidez en la circulación, no contó con muchas asociaciones entre los de arriba y sufrió en las contras y por las bandas. Así, el trámite resultó diferente del anunciado y concluyó en una desilusión.

Más allá de las dificultades propias, en una gran medida ese mal desempeño fue provocado por una muy buena presentación del Brugge. Si el Angers optó por cerrarse en un bloque medio, los dirigidos por Philippe Clement presionaron arriba con decisión y mantuvieron el juego en el territorio parisino durante largos pasajes (apenas el 18,7% de las acciones se dieron en el tercio del arco de Simon Mignolet). Con compromiso de los defensores para ir hacia delante, complicaron la salida de los de Pochettino, que en general se vieron forzados a recibir de espaldas o en situaciones incómodas cuando intentaban superar esa barrera. Comandado por un agresivo y firme Stanley N’Soki (8 intercepciones, 3 entradas y 4/5 duelos ganados), el local completó 13 anticipos (contra 7 de la visita) e impuso condiciones durante largos minutos.

Salvo en los primeros 15′, para el PSG fue un desafío poder instalar su tenencia en campo rival. Dentro de ese problema, los puntos de partida iniciales de Messi y Neymar, bien abiertos por derecha e izquierda, no aportaron soluciones y generaron más de un debate. Pasado ese lapso positivo del comienzo, intervinieron poco (hasta los 15′, 18 toques del argentino y 15 del brasileño; de los 16′ a los 45′, 20 y 24, respectivamente) y no pudieron asociarse o jugar entre líneas para progresar. Si bien una vez que la jugada avanzaba sí contaban con libertad para ir hacia el medio y combinar, hasta el entretiempo eso no sucedió con frecuencia por el atasco general.

En cuanto a los motivos para esa colocación externa de sus cracks, una causa seguramente esté en los inconvenientes que el conjunto parisino atravesó el fin de semana para salir desde atrás (ver arriba). Frente a una presión agresiva y orientada a la zona del balón del Clermont, sufrió muchas pérdidas sobre la banda -sobre todo la izquierda- por la falta de opciones, lo que obligaba al poseedor a intentar un pase difícil o conducir en inferioridad numérica. Pochettino corrigió eso pasado el cuarto de hora al abrir a los extremos (que habían comenzado por adentro) para que hicieran un apoyo de espaldas y descargaran hacia un compañero -preferentemente un mediocampista- de frente. Es probable que el santafesino, que a lo largo de su carrera como entrenador ha priorizado juntar a sus buenos futbolistas por adentro, haya intentado evitar esas fallas al mantener a Messi y Neymar abiertos en el inicio de las maniobras.

Sin embargo, no le dio tanto resultado y sus dirigidos se enfrentaron a otros obstáculos. El Brugge mostró valentía para dejar espacio detrás de la defensa y evitar esas conexiones o, en su defecto, obligar a que cualquier envío hacia delante llegara a un receptor de espaldas y con pocas alternativas. Con los tres delanteros algo desconectados (Mbappé podía ser una vía de escape al aguantar y jugar hacia los costados, pero no se siente cómodo cuando tiene que controlar mirando hacia su arco; de hecho, así perdió dos pelotas que generaron contras peligrosas), un Georginio Wijnaldum aún en busca de su encaje en el equipo y pocos recursos -individuales o colectivos- para pasar ese trabajo coordinado, el PSG se quedó atrapado.

En la segunda etapa el conjunto parisino contó con algunos pasajes favorables, principalmente sobre el final. Llegaron cuando cambió dos veces la disposición: desde los 60′, a un 4-3-1-2; a partir de los 75′, a un 5-2-3/3-4-3. Con estas variantes, Pochettino consiguió acercar a Neymar y Messi y, luego, activar la banda izquierda con el ingreso de un desequilibrante Nuno Mendes.

Pero las principales dudas llegaron en el plano defensivo. Desde el gran juego como pivot de Charles De Ketelaere para aguantar y descargar (dio 5 pases clave) y la habilidad de Noa Lang (completó 5/7 regates), el Brugge atacó por afuera (86,4% de sus avances fueron por las bandas, con un 39,7% por izquierda y un 46,7% por derecha) e hizo trabajar a Keylor Navas. Aprovechó la fragilidad por las bandas del PSG, que en el ciclo del nacido en Murphy ha tenido ahí su principal punto débil; en Bélgica lo acentuó por la -previsible- falta de retroceso de los delanteros. A eso se sumaron pérdidas incómodas que derivaron en contraataques: al igual que le ocurrió contra el Lille en el Trophée des Champions, un mal ataque se trasladó a una transición defensiva endeble y frágil.

Aparte de los posibles ajustes colectivos, esto es algo que Marco Verratti puede mejorar notablemente: el italiano es un futbolista único en el plantel por su capacidad para aguantar la pelota, salir de situaciones de presión y unir al equipo con pases cortos, lo que desorganiza al contrario y mejora la disposición para defender las réplicas. Pasada la decepción, lo lógico es que el conjunto parisino mejore con el correr de los partidos. Más allá de su notable calidad individual, un tridente de este estilo requiere de una estructura alrededor que lleva tiempo construir. No sólo se trata de darle un marco para ofrecerle contención, sino también para potenciarlo.

Al igual que ocurrió en enero después del primer debut estelar del ciclo, los entrenamientos y los compromisos llevarán a una mejor versión colectiva. «Estamos tristes con el resultado y necesitamos mejorar el rendimiento. Tenemos tiempo para crecer. Necesitamos mantener la calma y analizar las cosas para ver cómo mejorar. Los futbolistas necesitan jugar juntos, necesitan conocerse. Es cuestión de tiempo encontrar el balance correcto, ser sólidos y ganar partidos», subrayó Pochettino en PSG TV. Tras las escenas repetidas, ahora llega el momento de trabajar para arribar al final feliz.

Crédito de la foto de portada: Kenzo Tribouillard/AFP.

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