Con turbulencias, el PSG pasó al Barcelona

Desbordado en los 45′ iniciales, el conjunto parisino resistió desde Navas y mejoró con ajustes de Pochettino. Con el 5-2 global, avanzó y está en cuartos.

«Sabemos que vamos a tener que sufrir, porque el Barcelona nos va a poner un partido muy difícil», advirtió en la conferencia de prensa previa un Mauricio Pochettino que sabía que el partido en el Parc des Princes no sería sencillo a pesar del 4-1 logrado en el Camp Nou. Sus palabras se confirmaron desde el pitazo inicial, ya que su equipo debió trabajar y pasar varios malos pasajes para asegurarse un lugar entre los ocho mejores de la Champions. Esas dificultades se dieron sobre todo en el primer tiempo, cuando el Paris Saint-Germain pareció aturdido y concedió mucho ante un Barça que, impulsado por el convencimiento de que era posible remontar (el primer paso para dar vuelta cualquier serie con un margen tan abultado), dominó y no ganó porque se encontró con un enorme Keylor Navas.

El escenario fue muy distinto al de la ida, tanto por el marcador -que condicionó las estrategias, sobre todo la del conjunto parisino- como por la diferente disposición de los dirigidos por Ronald Koeman, que desde los últimos partidos ya venían utilizando con éxito un esquema con tres centrales. Los visitantes lograron edificar desde ahí su superioridad, con Óscar Mingueza/Junior Firpo (quien controló mejor a Kylian Mbappé en los 65′ que estuvo en cancha) y Clément Lenglet a los costados de un Frenkie de Jong que se destacó orientando la tenencia y corrigiendo hacia atrás. Con una primera línea ancha, ya que los dos hombres externos se abrían, los carrileros pudieron tomar altura y complicar desde su ubicación.

A lo largo del ciclo Pochettino el PSG presionó con los extremos partiendo entre central y lateral, pero en este partido le fue imposible: de mantenerlo, más allá de que la intención inicial se relacionó más con replegarse, Kylian Mbappé y Julian Draxler hubiesen desprotegido la zona central al tener que pararse muy abiertos. La estrategia para comenzar fue distinta, con un enfoque asimétrico: el francés se quedó descolgado y el alemán retrocedió a la par de los mediocampistas. ¿Cuáles fueron los motivos? Probablemente, tapar a Mingueza y su buen pie, tener a Florenzi-Draxler para cubrir la zona de Jordi Alba en campo propio (un mecanismo importante del Barça que había sido bien defendido en la ida y tampoco apareció en la vuelta) y para liberar a Mbappé y tenerlo como una opción clara y amenazante para las contras.

El problema para los parisinos fue que entre Lionel Messi, Antoine Griezmann y Ousmane Dembélé intercambiaron sus posiciones para que dos de ellos comprimieran a la última línea al colocarse cerrados y el otro apareciera entre líneas. Esto creó espacios por afuera y alteró los planes del conjunto parisino, que en principio buscó emparejar a sus laterales con los carrileros. No lo pudo hacer por cómo quedaban atraídos (sobre todo un Layvin Kurzawa que sufrió el encuentro desde el principio y salió en el entretiempo) y porque cuando lo aplicó no lo hizo bien y dejó huecos detrás de la defensa.

Los saltos de Florenzi sobre Alba, muchas veces a destiempo y sin revisar si desprotegía su espalda, abrieron una puerta para que el español jugara profundo o devolviera la pelota hacia adentro. Éste fue un recurso muy utilizado por los de Koeman para progresar y lastimar, en especial a partir de Dembélé, que al igual que en compromisos recientes (ante el Sevilla, por ejemplo) demostró timing y agresividad para desmarcarse. Más allá de su desacierto de cara al arco, fue una actuación totalmente diferente a la que tuvo como extremo en el Camp Nou, donde fue neutralizado. En Paris, en cambio, fue el principal camino para lastimar: tanto con pases desde la banda como desde el centro, con Messi o Griezmann (inteligente también para arrastrar marcas) como asistidores, generó mucho.

Por eso, entre algunas falencias del PSG (los huecos dejados entre líneas, algo que había controlado muy bien en la ida, y las libertades otorgadas para que jugaran los mediocampistas) y virtudes del Barcelona, el primer tiempo mostró la tendencia que marcó el trámite del partido, que se jugó casi totalmente cerca de Navas (apenas el 13% de las acciones se dieron en el tercio defendido por la visita). Desde las diagonales del ex Borussia Dortmund (ver arriba), una circulación veloz de lado a lado (ver abajo) y recuperaciones rápidas, al tener a casi todo el equipo plantado en campo rival, el conjunto catalán logró un dominio sostenido. Con preponderancia del sector izquierdo (44% de los avances fueron por ahí), en varias ocasiones dio un primer paso por ahí para progresar por ese lado o girar al otro.

Una pared entre Alba y de Jong pasó la primera línea y Griezmann cambió hacia un Busquets que, aprovechando que Dembélé había llevado a Kurzawa hacia adentro, buscó largo a Dest, que encaró y remató al travesaño.

A pesar de unos buenos primeros minutos, en los que apretó y logró robar y acercarse a Marc-André ter Stegen (en especial tras recuperar sobre Pedri, que tuvo cuatro de sus nueve pérdidas en los 15′ iniciales), el PSG buscó replegarse para despegar («Intentamos jugar de contra. Sabíamos que el Barça iba a meter muchos jugadores de buen pie para atacarnos», señaló Leandro Paredes en ESPN). Pero a diferencia del clásico de Ligue 1 frente al Olympique de Marseille, en el que se puso en ventaja y se defendió cerca de su arco con un bloque que dio garantías, en la etapa inicial concedió mucho -16 remates, nueve entre los tres palos- y se vio desbordado.

Por un lado se debió a sus grietas y por otro, a sus dificultades para salir. Tanto por quedar muy hundido en el área como por los problemas para controlar los envíos de Navas (de los 13 pases largos que intentó en el primer tiempo, entre recepciones directas y segundas jugadas ganadas el local apenas se quedó con la posesión dos veces; en el segundo fue 5/9), en los 45′ iniciales sólo logró pasar a campo rival desde los pies de Mbappé. Para que le llegara el balón al francés, que desequilibró al pie y al espacio, fue importante Marco Verratti, quien mejor leyó las distancias entre líneas que dejaba el Barcelona y quien más lo ubicó.

Ese dúo resultó lo mejor en ataque de los parisinos, cuya primera intención siempre fue atacar con rapidez y no establecerse en campo rival, como había hecho en el primer duelo. En Francia, sus avances más peligrosos llegaron con combinaciones a uno o dos toques para lastimar en velocidad.

Si bien ocurrieron en algunas ocasiones, esas situaciones fueron casi excepciones dentro de un trámite muy favorable al Barcelona durante el primer tiempo. Pero de a poco Pochettino ajustó algunos aspectos y el equipo mejoró. Lo primero fue alrededor de los 25′, cuando modificó el comportamiento defensivo de Mbappé para que retrocediera y se ubicara a la altura de los mediocampistas, lo que controló, sobre todo en los 45′ finales, las progresiones externas de los dirigidos por Koeman.

Luego, en el entretiempo, los cambios fueron más profundos y se notaron especialmente en tres puntos: Abdou Diallo reemplazó a Kurzawa y aportó más solidez, Florenzi dejó de saltar tan arriba sobre Alba (en consecuencia, se controló el peligro por las rupturas de Dembélé) y la presión fue más decidida y en conjunto. Sumada la línea de cinco delante de la defensa, que permitió ocupar mejor el ancho de la cancha, el PSG emparejó el trámite y sufrió menos.

«En la primera parte no entramos como quisimos, la verdad es que nos costó muchísimo -analizó el entrenador argentino. Sobre todo en la gestión del balón, perdíamos rápidamente y después no éramos agresivos en la recuperación. La parada en el penal nos dio un poco de vitalidad, que nos dio la posibilidad de corregir algunas cosas en el entretiempo y salir mejor en la segunda parte. Pero es vedad que en la primera fue un partido en el que ninguno está contento porque pensábamos entrar de otra forma».

Con un balance favorable dentro de los 180 minutos, en los que fue más considerando ambos encuentros, el conjunto parisino se metió entre los ocho mejores y alcanzó uno de los objetivos que tenía el santafesino al llegar al club. «Estoy muy contento por pasar a cuartos. Es una alegría enorme después de dos meses aquí. Sobre todo después del 4-1 en Barcelona, ya hemos visto lo que ha pasado durante estos últimos días: mucha negatividad y mucho hablar de cosas que no ayudan al equipo. Pero el equipo ha demostrado fortaleza y creo que es un clic mental haber superado esto», aseguró.

Más allá de la mala imagen -en especial durante la etapa inicial- que demuestra que aún hay margen de mejora, el PSG alcanzó una clasificación importante que le permite seguir el proceso de crecimiento del ciclo. Dentro de un contexto competitivo exigente, por la necesidad de ganar tanto en la Ligue 1 como en la Champions y la cargada actividad en el calendario, el equipo cumple metas y sueña con más.

Crédito de la foto de portada: @PSG_Espanol.

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