Ante un duro Nice, a los parisinos les faltaron detalles para terminar de engranar; igual llegaron, pero entre imprecisiones y atajadas de Benítez no pasaron del cero.
Después de dos partidos ligueros positivos, en los que mostró fluidez y buenos recursos en ataque, el Paris Saint-Germain cayó en un bache en su juego frente al Olympique Gymnaste Club de Nice. Si contra el Football Club de Nantes y la Association Sportive de Saint-Étienne había logrado amplios pasajes de superioridad, en esta ocasión se quedó en una versión más terrenal y «consistente»: no brilló ni consiguió picos muy elevados en su rendimiento, pero tampoco sufrió y generó en cantidad (22 remates) y calidad (tuvo dos o tres ocasiones claras). Entre errores propios en la definición y un enorme Walter Benítez, que fue la figura, salió de una dura prueba con un empate en cero que le deja un sabor amargo.
En el primer encuentro sin Neymar (estará al menos seis semanas fuera de las canchas), Mauricio Pochettino optó por modificar un poco el posicionamiento de sus piezas ofensivas, con Kylian Mbappé volcado sobre la izquierda, Ángel Di María por derecha y, en principio, Lionel Messi más centralizado y ejerciendo como falso 9. Con los dos extremos abiertos, en el comienzo la intención del PSG fue circular de lado a lado y desnivelar por afuera con los tándems que formaran ellos dos con los laterales. Ante el 4-4-2 con líneas juntas y estrechas de los de Cristophe Galtier (un especialista en diseñar bloques cerrados, como ya había demostrado la temporada pasada al ganar con el Lille en el Parc des Princes), el principal enfoque del local para profundizar se relacionó con progresar por afuera, acentuando uno de sus patrones más marcados en esta campaña, para luego enviar el balón al área o asentar la tenencia en el último tercio.
Este camino lo recorrió más en la etapa inicial (el 79,8% de sus avances fueron externos, con un 49,1% por derecha y un 31,1% por izquierda) y, si bien varias veces llegó al fondo con combinaciones entre los dos argentinos para jugar una pared o para lanzar a Achraf Hakimi o entre el atacante francés y Nuno Mendes, ahí apareció el primero de sus problemas: la falta de jugadores para finalizar la jugada. Sin que un mediocampista -sobre todo los interiores, Idrissa Gueye o Eric Junior Dina Ebimbe, porque Danilo Pereira no tiene la misma capacidad para hacerlo y en general se dispuso entre los centrales para tener ventaja en el inicio ante los dos puntas rivales- llegara desde atrás o el delantero del lado débil se cerrara con anticipación para pisar el área, el Nice podía reacomodarse y establecer una superioridad numérica para defender. Así, al conjunto parisino sólo le quedaba retrasar el balón y establecer un ataque posicional, casi siempre nuevamente frente a dos líneas de cuatro.

Sin embargo, sí consiguió que algunas de las salidas externas se tradujeran en situaciones, como cerca del cierre del primer tiempo (ver arriba) o en el segundo en la acción que derivó en el mano a mano de Di María. Para poder crear peligro de esta manera con más regularidad le faltó un paso adelante de su mediocampo: aparte de en mayor presencia ofensiva para compensar al falso 9 (Pep Guardiola, quien retomó el uso de esa función, dice que más que una posición es un espacio que se deja vacío para que lo ocupe otro jugador), el equipo también extrañó otro compromiso en la tenencia (tanto en la velocidad de los cambios de lado para evitar que la defensa basculara con comodidad como en envíos filtrados).
Este último punto tuvo cierta lógica por el perfil de los tres titulares. Porque ni Pereira, ni Gueye ni Dina Ebimbe se caracterizan por su capacidad para jugar pases precisos hacia las cercanías del área o para encontrar a un compañero entre líneas, algo que se vio durante el encuentro (ver abajo). Ante un 4-4-2 tan compacto, sincronizado y efectivo como el que planteó el Nice, esas entregas son esenciales -sobre todo si en equipo hay jugadores que saben desenvolverse en espacios reducidos, como es el caso- para ganar zonas clave, forzar desajustes y dar vuelta al adversario para que no defienda de frente. Esto se dio poco en el PSG, que giró a los defensores más en los carriles externos que en los internos.
Con poco desequilibrio individual, porque el conjunto parisino apenas completó cuatro regates (uno de Gianluigi Donnarumma) y sólo intentó 14 (un número que había alcanzado en gambetas exitosas en 9 de las anteriores 15 fechas), marcas muy por debajo de los promedios que traía de 13,80 y 23,80, respectivamente, la circulación se volvió más importante para poder desnivelar. Aunque mejoró con el ingreso de Marco Verratti, ese déficit en el juego por adentro ocurrió durante gran parte del duelo.



A medio camino y con piezas faltantes para terminar de engranar, donde sí cumplieron un buen papel los de Pochettino fue en la presión. Tanto en saques de arco y salidas desde atrás como tras pérdidas, trabajaron con coordinación y decisión para recuperar, algo en lo que sí ayudó un mediocampo que demostró su físico y lectura para quitar. Si bien el Nice, que sabe cómo despegar desde su bloque defensivo, dispuso de situaciones claras y hubo contraataques en los que contaba con terreno para lastimar y decidió o ejecutó mal, en líneas generales el local volvió a ofrecer una sólida versión en este apartado.
Dentro de un discreto rendimiento y con un bajón con respecto a otros encuentros, el PSG sumó un punto de lecturas ambivalentes: aunque el adversario se plantó bien y llegó mucho, la falta de fluidez mostró que necesita corregir cosas. Así lo analizó el entrenador santafesino: «Jugamos como debemos y según las dificultades del momento. Estoy satisfecho. Estamos mejorando poco a poco cada día. Todavía tenemos que mejorar para estar en las mejores condiciones en marzo, cuando llegarán los momentos decisivos». Luego de una igualdad ante un duro rival, a sus dirigidos ahora les toca enfrentarse a otro desafío interesante en su visita al Racing Club de Lens.
Crédito de la foto de portada: Iconsport.
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