Con la calma que genera saberse superior, Argentina venció claramente a Colombia (1-0). Aun con bajas, convenció y ratificó su gran momento futbolístico y mental.
«Esto no es solo un once. Es un grupo, es un equipo. Somos amigos, y eso es muy difícil de lograr. Estoy orgulloso de vestir esta camiseta cada vez que entro (a la cancha)». La frase es de Emiliano Martínez, quien personifica la solidez y personalidad de la Selección, pero podría ser de cualquier integrante del plantel. Pleno de confianza, con el plus del compromiso grupal y convencido de su identidad (hasta en sus distintas caras, con más tenencia o una apuesta más marcada por el contraataque), el conjunto de Lionel Scaloni sale a la cancha con la certeza de que tiene cómo doblegar a su rival. Desde la cabeza, tanto en el sentido literal (su fortaleza y seguridad mental) como figurado (a partir de la figura de su entrenador y el compromiso que desprende), erige sus victorias ante oponentes que no encuentran la manera de contrarrestar su combo de capacidad técnica-táctica y gran estado emocional. En su última presentación lo sufrió Colombia, un combinado desorientado si los hay (no encuentra su juego y llegó a siete compromisos sin convertir, un «récord» que comparte con Venezuela y Paraguay -que también tiene su racha vigente- en las Eliminatorias CONMEBOL, según Mister Chip), que en Córdoba ofreció una versión inexpresiva que cayó por 1-0 frente a la solidez de Argentina.
Con tranquilidad, la Albiceleste afrontó el partido sin pensar en lo que perdía sin la presencia de hasta seis titulares. Si bien comenzó el partido con algunas dudas, rigidez posicional y una circulación lenta, no se desesperó y con el correr del primer tiempo fue subiendo su nivel. Al encontrar a Ángel Di María uno contra uno ante Johan Mojica (principalmente con envíos largos, sobre todo de un Guido Rodríguez que fue quien más pases de este tipo completó, con 7/7) o progresar a partir de Lisandro Martínez (algo que ya había sucedido ante Chile y a lo que se sumaron movimientos inteligentes de Alejandro Gómez y Marcos Acuña), fue hallando caminos para profundizar. Aun así, la calidad de esa salida por izquierda -y la insistencia, con un 41,5% de ataques por ese lado- no se reflejó en el tercio final, entre otras cosas por las imprecisiones y las dudas de un Lucas Ocampos que no aprovechó su oportunidad en el once inicial.
En una faceta en la que brilló la Selección a nivel colectivo fue la presión tras pérdida: todos reaccionaron de manera rápida y simultánea para ir a apretar inmediatamente, molestando al poseedor y tapando a los posibles receptores. Eso generó muchas recuperaciones arriba en el campo (ver abajo), evitó muchos contraataques y, al agarrar al rival desordenado, también facilitó la creación de ocasiones. Con compromiso y coordinación, ese trabajo en conjunto -en el que Rodríguez tuvo una gran importancia- ahorró esfuerzos tanto defensivos como ofensivos.

Así anuló a Colombia, que igualmente no mostró muchas ideas para atacar y se preocupó más por tratar de mantener el cero en su arco que por preocupar a Emiliano Martínez. Luis Díaz fue su principal fuente de peligro, pero sufrió la dureza de Gonzalo Montiel (cometió seis faltas) y, aun si en principio lo superaba en el duelo, no pudo pesar mucho cerca del área. Se las arregló para influir en la situación más clara de todo el encuentro, cuando a los 45′ asistió a Miguel Borja y luego remató en el rebote, pero no replicó el caos que había desatado en la semifinal de la Copa América 2021. Para el segundo tiempo, entre obligación y otra búsqueda, la visita ajustó y quiso cargar el área al sumar delanteros y ubicarlos con envíos aéreos (de un 0/3 en centros antes del entretiempo pasó a un 2/8 tras el reinicio del juego), aunque tampoco le dio resultado (en ese lapso apenas remató dos veces, sin acertar entre los tres palos). Apenas con empuje -sin mucha creatividad- los de Reinaldo Rueda intentaron empatar, pero no consiguieron superar a Argentina en ningún aspecto.
La Albiceleste dominó desde lo estrictamente futbolístico y, sobre todo, lo mental. En este apartado hizo pesar su confianza y su calma, algo frecuente en sus últimos encuentros y un aspecto en el que reside una de sus grandes virtudes. «Amor por el juego, pasión, actitud positiva, espíritu de trabajo y la compañía correcta ayudando cada día. Creo que eso es todo», comentó Rafael Nadal (uno de los deportistas de mejor capacidad competitiva de la historia) como la «receta del éxito» después de haber remontado ante Daniil Medvedev para ganar la final del Australian Open 2022 y levantar su 21° título de Grand Slam. Pasando de un deporte individual a uno colectivo, la Selección cumple con todo: los futbolistas disfrutan jugando, llegan con entusiasmo e ilusión al predio de Ezeiza, buscan mejorar (no sólo se ve con su desarrollo individual, sino también en la evolución que ha atravesado el equipo) y viven un ambiente grupal que los alegra y potencia. Firme con los pies y la cabeza, afronta cada compromiso comenzando a imponerse desde lo mental.
Crédito de la foto de portada: Juan Ignacio Roncoroni/EFE.
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