Con una actitud pasiva y errores, Argentina dejó ir un partido que había comenzado de manera muy favorable y empató en Colombia (1-1).
Si hay una palabra que define la doble fecha de Eliminatorias de la Selección es aprendizaje. Parece raro que suceda 26 partidos y casi tres años después del inicio del ciclo de Lionel Scaloni, en un 3-0 a Guatemala, pero es un término que se ajusta a lo sucedido en Santiago del Estero y en Barranquilla: los dos encuentros ratifican tendencias, sirven de diagnóstico para entender cuáles son sus fortalezas y debilidades en la actualidad y dejan enseñanzas que pueden ser capitalizadas a futuro.
Con un buen primer tiempo y un bajón en el segundo, Argentina sufrió una desilusión y cedió dos puntos en Colombia. En el 1-1 mostró la misma irregularidad que a lo largo de las Eliminatorias, esa que la llevó a puntos más bajos (contra Ecuador y Paraguay) y otros más altos (frente a Bolivia y Perú). También se vio en cada jornada de esta doble fecha, especialmente ante Chile a partir de las intermitencias generadas por los distintos cambios. Sin embargo, dentro de esa inconsistencia se han confirmado distintas conclusiones del presente del equipo.
La primera pasa por el mediocampo, que al igual que en la ventana anterior creció a partir de la inclusión de Giovani Lo Celso. Si bien los espacios que concedieron los dirigidos por Reinaldo Rueda facilitaron la circulación, el ex Rosario Central se sumó a Leandro Paredes y Rodrigo De Paul y contribuyó a que fluyera más al ser otro nexo entre defensa y ataque y ofrecer más líneas de pase. Durante esos 45′ iniciales por momentos también se sumó Lionel Messi, formando casi que un rombo que aseguró continuidad en los circuitos ofensivos y algunos de los mejores pasajes de tenencia del conjunto albiceleste en el torneo. El 46% de los avances hasta el entretiempo fueron por el carril central, prueba de la preponderancia de estos nombres.
Más allá de que ayudaron la temprana diferencia y la distancia entre las líneas colombianas, con una presión descoordinada durante casi toda la primera etapa, esos minutos reflejan cuál parece ser el estilo que mejor se adapta a los jugadores de la Selección. Con buen pie y calidad como para dominar desde la tenencia, Argentina cuenta con material para apostar por una propuesta de este tipo -el mediocampista central, puesto clave en la definición de un conjunto, es alguien con la capacidad pasadora de Paredes, quien es el único jugador que disputó todos los compromisos del ciclo. Aún tiene aspectos por corregir en esa faceta (como los problemas para crear situaciones frente a defensas cerradas, con 41 de los 49 goles del ciclo generados de pelota parada o con avances directos) e igualmente puede lastimar de contraataque, pero éste aparece como el camino indicado para sus intérpretes.
Esto también se relaciona con la manera de defender las ventajas. A lo largo de los 27 encuentros dirigidos por Scaloni, la Albiceleste ha priorizado ceder la posesión y replegarse, sin tantos momentos de control del balón para bajar el ritmo y jugar con la «desesperación» que pueda tener el rival. Aunque el equipo últimamente ha disminuido esa tendencia (muy clara en la Copa América 2019 o en los amistosos ante México y Brasil en 2019, por ejemplo), todavía hay momentos en los que se cierra y prioriza plantarse cerca de su área.
No son muchas las veces que ha salido mal la elección, pero la mayoría de los centrales -los principales encargados de proteger el área- cuentan con características (velocidad, lectura y capacidad para anticipar) más vinculadas y aptas con un posicionamiento más arriba en el campo. Frente a Colombia, después del entretiempo hubo un notorio cambio de postura y una actitud muy pasiva. La Selección empezó a dejar jugar (como en la poca presión a quienes enviaron centros) y le permitió al dueño de casa volver a meterse en partido a partir de un penal evitable.
El calor y la humedad seguramente influyeron y generaron cansancio, pero la impresión que dejan el trámite y la pérdida de control es que Argentina se retrasó en exceso. Empezó a acumular futbolistas cerca de Agustín Marchesin y a recuperar más atrás (ver arriba), aunque igualmente concedió muchos remates: 11 de los 12 intentos de los de Rueda llegaron desde el minuto 48 de la etapa inicial (que contó con mucho tiempo adicionado por el incidente con Emiliano Martínez). Si bien generó situaciones y David Ospina tuvo intervenciones decisivas, entre el mejor rendimiento colombiano -abanderado por un Luis Muriel que generó complicaciones entre líneas y un Juan Cuadrado que lideró la remontada- y errores propios cedió dos puntos.
Aparte del impacto emocional que representó la igualdad, la decepción también le deja algunos puntos «positivos» a la Selección. Por un lado, ninguno de sus inmediatos perseguidores se le acercó. Por otro, el mal trago puede servir para reconocer con mayor claridad el camino a seguir. Si de las malas experiencias es común sacar aprendizajes, en grupos jóvenes esa posibilidad se abre aún más.
Crédito de la foto de portada: AFP.
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