Completar el álbum, el desafío de Argentina

El nuevo 1-1 con Chile fue una figurita repetida: la Selección no concretó, sufrió su fragilidad y volvió a mostrar que le falta redondearse como equipo.

Reincidentes y frustrantes, las sensaciones que dejan los últimos partidos de la Selección Argentina se asemejan a la montaña rusa de emociones que atraviesa un chico al abrir un paquete de «cromos». A pesar del carácter disímil, el paso a paso tiene varios puntos en común: el entusiasmo previo, la ilusión al ver algo brillante, la decepción por observar el mismo número y la impotencia por rezagarse en el camino al objetivo. Marcados por pasajes de buen juego a partir de la fluidez para asociarse y aprovechar su buen pie, problemas al momento de convertir sus ocasiones, una mala gestión de la ventaja en el marcador y falencias defensivas, los encuentros recientes de la Albiceleste son como una figurita repetida.

Ampliada la pila acumulada con tres empates de desarrollo similar en fila -que no sirvieron para intercambios, pero sí dejaron a algunas piezas en el camino-, el lado positivo de esta racha es que contribuyó a confirmar el diagnóstico del equipo. Como si se tratara de la página en la que se tachan los elementos conseguidos, la Albiceleste puede mirar estos compromisos y saber qué le falta para llenar el álbum y redondearse como conjunto. Porque desde el inicio de su ciclo Lionel Scaloni ha ido colocando pegatinas en un cuaderno que se le presentó vacío (por el golpe sufrido en Rusia 2018, la despedida de varios futbolistas de una excelente generación y el período de descanso de Lionel Messi), pero desde hace un tiempo necesita agregar otras para completar al colectivo y le cuesta encontrarlas.

Desde su arribo, el entrenador no perdió tiempo para ubicar cromos y empezar a delinear a su Argentina. Ya en el debut definió a Leandro Paredes como su mediocampista central y le dio un rol preponderante a Giovani Lo Celso. En la segunda gira aparecieron Rodrigo De Paul, que comenzó vinculado a las bandas y a partir de la tercera fecha de la Copa América 2019 se movió a la zona central para formar un tándem con el hombre del PSG que lleva 17 apariciones seguidas, y Lautaro Martínez, a quien el santafesino pegó encima de un Mauro Icardi que parecía su centrodelantero y perdió su lugar entre declaraciones resonantes y rendimientos regulares (es cierto que compartió ataque con jugadores sin las características para abastecerlo con frecuencia, cuando aún era un jugador muy enfocado a la definición; de hecho, su único gol con la camiseta albiceleste es «impropio» de lo que era en ese momento).

Para la defensa definió dos líderes en distintos momentos: Nicolás Tagliafico fue el capitán en sus primeros partidos y se ha mantenido como titular, más allá de algunas dudas sobre su inclusión en los últimos compromisos, y Nicolás Otamendi ha sido una fija desde su debut en este proceso en la segunda tanda de amistosos. Sumados Marcos Acuña, quien actuó tanto de lateral como de mediocampista y fue definido por Scaloni como una «debilidad» en alguna entrevista en TyC Sports, y Lionel Messi, faro indiscutible desde que se reintegró a la Selección en 2019, se llena el grupo de los ocho futbolistas con más participación en el ciclo.

Puestos los nombres, Scaloni pasó a insertar elementos colectivos para marcar el estilo. En principio colocó la presión como figurita brillante, en un rasgo que compone la mayor virtud futbolística de la etapa y que marcó a un conjunto identificado por la verticalidad y los ataques directos. Más tarde, a partir del 2020 y en el inicio de las Eliminatorias hacia Catar 2022, incluyó matices relacionados con la posesión y una mayor paciencia para avanzar. Pero lo que no llegó a pegar y desde hace un tiempo sobresale por su ausencia son los recursos para solucionar los problemas para superar bloques contrarios armados y la seguridad defensiva que supo tener en algún momento y perdió adherencia en el trajín.

Como en Santiago del Estero y en Barranquilla, esos inconvenientes -actualmente, los principales a nivel táctico- se volvieron a ver en Río de Janeiro. Si bien creó algunas situaciones en avances estacionados (sólo siete de los 50 goles del ciclo fueron por esa vía), Argentina volvió a depender de la pelota parada para convertir (13 de sus últimos 19 tantos se produjeron desde un tiro libre, un córner o un penal). Además, nuevamente mostró la falta de solidez que ha caracterizado los últimos encuentros: las persecuciones a Erick Pulgar, Charles Aránguiz y Arturo Vidal dejaron espacios que Nicolás Otamendi gestionó mejor que un flojo Lucas Martínez Quarta (con frecuencia salió lejos, tarde y mal, aunque los recurrentes saltos de Gonzalo Montiel a Eugenio Mena, por decisión estratégica, lo obligaron a cubrir mucho terreno), en el segundo tiempo la presión funcionó peor (con mucha distancia entre las líneas) y otra vez hubo errores decisivos.

Lo positivo pasó por los minutos de buen juego en la primera etapa, abanderados por Messi, que retrocedió mucho y ayudó a obtener ventajas en salida, y Lo Celso, que volvió a demostrar que los ataques mejoran cuando la pelota pasa por sus pies y que formó un triángulo con Nicolás González -una pieza muy útil por sus desmarques, su inteligencia para llegar al área y su recorrido- y Nicolás Tagliafico que fue lo más destacado de esos 45′. Luego, entre un cambio de postura que nuevamente dio malos resultados, un bajón en el rendimiento del mediocampista del Tottenham (desde el 1-0, a los 33′, hasta que salió, a los 67′, intervino apenas cuatro veces) que se entiende por la distinta actitud colectiva y su falta de ritmo competitivo y la mejoría de Chile, la Selección perdió tanto el control del juego como la ventaja. El ingreso de Ángel Di María ayudó a reactivar al conjunto y Messi se hizo cargo del ataque para generar ocasiones, pero fue insuficiente.

«Los goles van a llegar. El equipo genera y es lo más importante. Estaríamos preocupados si eso no sucediera. Fueron 10 o 12 minutos del segundo tiempo en los que hubo un par de desajustes y ellos consiguieron el penal. A partir de ahí se hizo cuesta arriba», aseguró Scaloni. La última frase refleja la fragilidad y la repetición de fallas y se asemeja a otras declaraciones correspondientes a los dos encuentros anteriores («Lo negativo es que en una pelota parada nos empatan y después no hicieron mucho más», tras el primer 1-1 con los de Martín Lasarte, y «Hasta el minuto 94:30 el partido fue muy bueno. La última jugada les da el punto a ellos, que no era merecido»), lo que marca el carácter reincidente de las igualdades.

Sumergida en la irregularidad, el gran desafío de la Albiceleste está en redondearse como equipo para olvidarse de las figuritas repetidas y completar el álbum.

Crédito de la foto de portada: AFP.

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