Con una brillante segunda etapa y una gran presentación global, la Selección goleó a Italia (3-0) y ganó la Finalissima. Los de Scaloni dieron otro paso adelante.
Por el escenario -con un estadio emblemático pintado de celeste y blanco-, el rival -importante más allá de un cambio en su situación tras el título continental y de un once alicaído- y su momento -en plenitud y con una evolución ratificada-, la Finalissima se presentó para la Selección Argentina como una oportunidad ideal para probarse en otro contexto. Más allá del título en disputa, el valor agregado estaba en afrontar un partido con más ritmo que en Sudamérica y enfrentar a un adversario con la intención de pelearle seriamente el dominio de la pelota (algo que raramente le sucede a nivel CONMEBOL). Por su capacidad para soportar un inicio desfavorable, adaptarse al tipo de encuentro planteado y adueñarse totalmente del juego en el segundo tiempo, el equipo de Lionel Scaloni salió de Wembley con otro momento de éxito y con una mayor solidez colectiva.
«Hicimos un partido muy completo -aseguró Lionel Messi en ESPN. El primer tiempo se nos complicó un poquito porque no le podíamos encontrar la vuelta a Jorginho, que jugaba un poco solo y eso nos complicaba para agarrar la pelota. A raíz del primer gol, cambió el partido y ya lo manejamos de otra manera. El segundo tiempo fue espectacular«. El análisis del capitán, preciso y gráfico, refleja perfectamente lo que fue el trámite. Sin llegar a un dominio marcado, los primeros 20 o 25 minutos resultaron más cercanos a lo buscado por los dirigidos por Roberto Mancini. A partir de su tradicional distribución ofensiva (con el lateral derecho atrás y el izquierdo proyectado, el extremo derecho abierto y un cuadrado detrás del centrodelantero, con el mediocampista central y el interior izquierdo en una especie de doble 5 y el interior derecho y el extremo izquierdo entre líneas), mantuvo su propuesta con una superioridad para salir, amplitud sin perder presencia interna y llegada con mucha gente.
El problema para la Nazionale fue la menor jerarquía con respecto a su once ideal durante la Eurocopa, con pérdidas fundamentales para su modelo de juego: sin Leonardo Spinazzola (sobre el final de la temporada volvió tras la rotura del tendón de Aquiles de la pierna izquierda, pero le falta ritmo competitivo) ni Federico Chiesa, se quedó sin sus dos principales recursos de desborde externo; sin Marco Verratti, perdió a su motor y cerebro en el mediocampo -sobre todo ante el bajón de Jorginho, que ante Argentina estuvo errático en sus decisiones y sus entregas- y debió modificar el rol de Nicolò Barella; sin Lorenzo Insigne, se le fue calidad en 3/4 para asociarse y para el pase final o la finalización, y sin Ciro Immobile se ausentó su referencia titular, más allá de que en el combinado nacional su rendimiento no ha sido el de la Lazio. Si bien eso pudo haber afectado la regularidad y la consistencia para llevar a cabo su intención, eso no le impidió controlar el juego durante el primer pasaje del encuentro. Lo hizo con base en sus recursos conocidos, con progresiones por izquierda (su lado fuerte) y su mediocampista central como salida inicial.
Igualmente, Argentina no sufrió: cuando Italia llegó al último tercio, la solidez del triángulo defensivo -sobre todo a partir de un imponente Cristian Romero y de otra completa actuación de Emiliano Martínez, seguro en el arco y acertado con los pies- evitó que aumentara el peligro. Una vez pasado ese mal tramo, la Albiceleste se acomodó, entendió el partido, ajustó y mejoró. ¿Cuál fue el principal cambio? Como resaltó Messi, tomar mejor a Jorginho: cerca de los 20 minutos, Giovani Lo Celso pasó a realizar prácticamente una marca personal y así se redujo su influencia. Además, la Selección se plantó mejor en el campo y le encontró la medida al partido y al rival.
Lo hizo, especialmente, moviendo esas piezas defensivamente (con Ángel Di María, Rodrigo De Paul y Guido Rodríguez más enfocados en cerrar el carril central) y apostando por ataques directos. Tanto al atraer a los de Mancini hacia las cercanías de Emiliano Martínez (como en el segundo gol y en una gran atajada de Gianluigi Donnarumma ante un remate del «Fideo» tras un pase cruzado de Nicolás Otamendi) como, sobre todo, luego de una recuperación: agresivo en la presión en los reinicios y tras cualquier pérdida, el equipo de Scaloni logró varios quites en situaciones favorables para correr; sea más arriba (como en el 1-0) o más cerca de la mitad de la cancha (como en el 3-0), se mostró cedidido a lanzarse en velocidad cada vez que robó y tuvo espacios. Pero Argentina no sólo dominó así, sino que también mezcló esos avances más rápidos con otros más pausados y tenencias largas que desesperaron a una Italia que terminó desconocida (con varios cambios de nombres y esquemas que aumentaron el desconcierto).
Esto marca la evolución de la Selección a lo largo del ciclo, que comenzó enfocado en la rapidez para terminar las jugadas («El fútbol va hacia el lado de las transiciones rápidas. Es lo que a mí me gusta y es el momento de plasmarlo acá también», dijo el entrenador santafesino en su presentación) y, como se preveía por las características de sus jugadores y de los rivales, a partir del inicio de las Eliminatorias adoptó un esitlo más paciente. Scaloni volvió a mencionar ese cambio, como había hecho anteriormente, en una entrevista en ESPN: «No podés juntar a todo el mundo, pero sí a tres o cuatro futbolistas de muy buen pie y brindarles la posibilidad de que disfruten dentro de la cancha. En eso creo que mejoramos: arrancamos con una idea totalmente diferente a ésta, y vimos que los grandes futbolistas querían o buscaban jugar a otra cosa«.
Combinando ataques directos con otros lentos, alternando pausa con aceleración, Argentina jugó un partido completo. Prueba de su evolución, alternó registros con facilidad y se adueñó absolutamente del juego en el segundo tiempo. Ratificó su buen momento y, con grandes sensaciones, dio otro importante paso hacia delante. En ESPN, Messi subrayó: «Este grupo viene creciendo cada vez más. Es lo que pretendemos, crecer partido tras partido. Tuvimos 10 días de trabajo muy buenos, que pocas veces los tenemos. Pudimos seguir mejorando lo que ya tenemos y agregar cosas, variantes. Fue una demostración más de que este grupo está preparado para cualquier cosa, siempre con los pies en el suelo y humildad«. Y cerró: «Como dije el otro día también, estamos para pelearle a cualquiera«.
Desde Wembley, ese mensaje sonó muy fuerte.
Crédito de la foto de portada: @Argentina.
Deja una respuesta