Luego de un inicio complicado, la Selección entró en sintonía y apabulló a Uruguay. Con un segundo tiempo de alto vuelo, logró su mejor triunfo de las Eliminatorias.
«Es dar un pase y que vuele a tiempo. Como que todo se ralentiza, todo va en cámara lenta. Veo la pelota que va dando vueltas, pica y llega a destino, que en mi cabeza era imposible porque si iba tan lenta la iban a cortar. Llega a destino y un compañero mío mete un doble. Viste cuando decís ‘¿qué pasó acá?’ Yo era lento jugando, mis movimientos eran lentos, y ese partido yo sentí que era 10 veces más lento todavía. Sin embargo, todo el mundo también se movía como más lento. Eso es lo que pasa muchas veces en el estado de fluir». Esta frase de Pepe Sánchez, dicha en 2020 en «Frente a frente» (ESPN), le calza a la goleada por 3-0 de Argentina a Uruguay: en el Monumental, el equipo de Lionel Scaloni brilló durante 60 minutos y jugó un segundo tiempo en el que fue absolutamente superior. Con claridad para jugar y una confianza rebosante, demostró todo su buen pie y dominó a un rival que terminó desconcertado.
Liberada, la Albiceleste disfrutó en el campo. Una vez que obtuvo la ventaja, entró en ese estado de fluidez y afloraron todas sus virtudes. Siempre con un apoyo cercano, con desplazamientos justos y coordinados y sin miedo a arriesgar (seguramente, al estar con tal seguridad que la posibilidad de fallar parecía muy chica), exhibió un repertorio total: combinaciones a un toque y en espacios reducidos, pases milimétricos, gestos técnicos espectaculares y una mezcla de entendimiento y creatividad que generó un mar de fútbol. Con todos en la misma sintonía, el resultado fue una música celestial. Sacando a relucir su combo de conocimiento por la continuidad de juego, calidad -y complementariedad- individual, plenitud mental y comunión con el público, desdibujó a un adversario complicado y logró el nivel más alto del ciclo.
En un período de dulzura, la Selección dio otra muestra de cómo ha utilizado el éxito en la Copa América como una plataforma para completar su transformación estilística y mejorar su rendimiento. Al redondear una propuesta con más tenencia y paciencia que favorece a sus mejores jugadores y aprovechar la tranquilidad para jugar que le dio el título, está en un momento de sincronización en el que sus circuitos están aceitados. Desde una idea asentada y un contexto emocional que potencia todo, prácticamente cualquier jugador que entra hace su aporte, lo que refleja el próspero momento colectivo.
Sobre el armado y la evolución de un conjunto, Pepe Sánchez también dejó en ESPN una frase que aplica para esta Selección: «¿Cómo implementamos una idea? Con un proceso y tiempo. Es entender cómo el cerebro aprende, entonces vos tenés que implementar (un método) para que eso se genere y llegues al hábito. Una vez que llegás al hábito, sumás hábitos de un montón de gente, que es un equipo, y empezás a generar patrones. Una vez que vos tenés patrones, ahí la intuición es donde cobra sentido. La intuición por si sola se pierde, es un momento. Lo que necesitás es generar patrones. En el juego no podés pensar, no tenés tiempo. Se te proyecta el lateral izquierdo y si el mediocampista no tiene el hábito de llegar y cabecear, no hubo nada. Dentro de un sistema es como una orquesta, va a haber gente que va a tocar el piano, otra que sólo va a tocar el triángulo. En los sistemas que funcionan, el tipo que tiene la capacidad de crear y tiene que ser intuitivo se maximiza».
Esa virtud de mejorar a los creativos se vio desde la media hora ante Uruguay. Después de un inicio complicado, en el que la tenencia argentina no lograba incomodar y Luis Suárez contó con tres situaciones, la Albiceleste comenzó a desplegar su juego. Sostenida por un estupendo Emiliano Martínez cuando lo necesitó, pasó el mal momento (los de Óscar Tabárez remataron cinco veces tanto en ese lapso como en los 60′ posteriores) y logró profundizar con regularidad. Lo hizo sobre todo a partir de una recuperación, como en los dos goles (tras buenos quites de Leandro Paredes y Nicolás Tagliafico) o en una situación anterior a continuación de un clásico anticipo de Cristian Romero.
Como si fuera un interruptor, la ventaja sirvió para que el equipo de Scaloni activara sus mecanismos y ofreciera su mejor cara. Con la flexibilidad que le aporta Nicolás González por su polifuncionalidad, varió entre distintas disposiciones y se filtró en el bloque defensivo contrario una y otra vez. Juntando a su buen pie por adentro, entre las múltiples piernas rivales encontró caminos para llegar combinando en corto o con movimientos al espacio (con las productivas diagonales del delantero de la Fiorentina o las proyecciones de Tagliafico o Nahuel Molina). Hasta los 30′ tiró cinco veces y en los dos tercios siguientes del partido lo hizo en 11 y siete ocasiones, lo que grafica su superioridad en el trámite.
Liderado por el brillo de Lionel Messi y con la compañía estelar de los tres mediocampistas -Giovani Lo Celso jugó un partido exquisito, Rodrigo De Paul volvió a exhibir las múltiples tareas en las que se destaca y Paredes distribuyó con criterio- y el respaldo de un «Cuti» Romero imponente, la Selección goleó y hasta pudo haber sacado una diferencia mayor. «Cuando empieza a jugar el equipo, la verdad es que da gusto», resumió el entrenador santafesino para cerrar una jornada en la que su seleccionado disfrutó y fluyó como nunca antes.
Crédito de la foto de portada: Germán García Adriasti/Clarín.
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