La Selección generó en cantidad y calidad y tuvo diversos pasajes de dominio, pero no pudo con Silva. Luego, Paraguay lo emparejó y exigió a Martínez, que respondió.
De un comienzo voraz a un final de menores revoluciones, el Defensores del Chaco recibió a una Argentina que arrancó de manera apabullante, contó con pasajes favorables y varias veces estuvo a punto de convertir. Entre imprecisiones propias y una gran actuación de Antony Silva, no logró reflejar su superioridad en el marcador y se quedó sin anotar luego de dos años (la última vez había sido en una igualdad amistosa ante Chile; a nivel oficial, en la semifinal de la Copa América 2019 frente a Brasil). Con el correr de los minutos, Paraguay creció y Emiliano Martínez debió aparecer con atajadas importantes para mantener el empate en cero.
«La sensación es buena y eso nos deja tranquilos. Nos faltó hacer el gol, especialmente en las jugadas que fueron muy claras», aseguró Lionel Scaloni. Y agregó: «Lo importante es que el equipo nunca bajó los brazos y siempre siguió intentando. Buscamos con muchos pases, creamos muchas situaciones. Después buscamos más velocidad porque el partido estaba muy abierto». Aunque no todos los ataques fueron pacientes y también fue al área en tres envíos una vez que superó la presión, a partir de esa primera intención creó algunas de sus mejores situaciones y tuvo a la «Albirroja» contra las cuerdas.
Esa partida fuerte de la Selección no sólo se basó en su habitual postura (este año inicia los encuentros con decisión y en general se pone en ventaja rápidamente; en cinco de los 12 compromisos abrió el marcador antes de los 15′ y en los 11 anteriores a éste festejó al menos una vez antes del entretiempo), sino también en cómo aprovechó los puntos débiles del sistema defensivo local. Eduardo Berizzo es un entrenador que suele utilizar marcajes individuales, como ha hecho tanto en este ciclo como en sus anteriores conjuntos, y para enfrentar a la Albiceleste apostó por persecuciones zonales (ver abajo, con una idea visible en los cambios de los centrales sobre Lionel Messi y en la indeicisión sobre los futbolistas ubicados en posiciones intermedias). Es decir: había algunas asignaciones puntuales (Robert Rojas estuvo pendiente de Marcos Acuña, Ángel Romero cubrió la izquierda para controlar a Nahuel Molina o Miguel Almirón sobre Leandro Paredes), pero el enfoque se centraba más en seguir a quien entrara a un sector cercano.
Si bien este tipo de estrategias tienen sus puntos favorables (pueden dejar sin opciones al poseedor, forzar recepciones de espaldas -lo que en el comienzo sufrió un Rodrigo De Paul que perdió varias pelotas en campo propio-, ahogar al rival al no permitirle avanzar y generar contras en buenas condiciones al quitar o anticipar), requieren de una coordinación y de una capacidad para ganar los uno contra uno que Paraguay no tuvo. Aparte de la falta de comunicación para tomar a algunos jugadores, no logró imponerse en los duelos: en los 45′ iniciales salió vencedor sólo en 17 de los 47 (con una ligera mejoría a 23/48 en la segunda mitad).
La Selección sacó ventajas a partir de dos aspectos: su movilidad y la posición retrasada de Messi. Sin un centrodelantero clásico, los dirigidos por Scaloni mezclaron desplazamientos, desorientaron a la defensa (le costó tomar referencias) y atacaron con especial énfasis la espalda de Rojas, que al ir por Acuña dejaba mucho espacio. Además, el capitán partió desde más atrás (ver abajo) y se involucró más en la organización. En su partido oficial del ciclo con más intervenciones (104, dos más que en el 3-1 a Venezuela de septiembre), aprovechó el contexto ofensivo -con una última línea que se paraba arriba y ofrecía huecos porque uno de los tres centrales salía para ir a buscarlo, así como con buenos desmarques de sus compañeros- para desequilibrar con sus envíos pase (dio cuatro pases clave). Por el perfil del rosarino y el hueco detrás del hombre de River, Joaquín Correa y Giovani Lo Celso -como al minuto de juego, muchas veces apareció más arriba de lo usual para mantener presencia arriba y priorizar las profundizaciones por ese sector- fueron quienes más se beneficiaron de esta situación.

Pero Argentina no pudo trasladar al resultado su abrumadora superioridad de los primeros 15′ (seis de sus siete remates antes del descanso llegaron en ese lapso, con dos situaciones claras) y los de Berizzo emparejaron el trámite. Con un distinto enfoque defensivo, al trabajar de manera más zonal, y un juego más físico (por cómo incomodó al encimar y las faltas que cometió, con ocho de las 13 de la etapa inicial hechas después de los 15′), logró contener a la visita. Más allá de que no se acercó con peligro a Emiliano Martínez, sí consiguió alejar el juego de Silva -sumada la «ayuda» del conjunto albiceleste con sus imprecisiones.
Para la segunda mitad, Paraguay acentuó una postura más retrasada y pasó a armar dos líneas de cuatro, con Ángel Romero y Santiago Arzamendia como mediocampistas externos. Más estable incluso si permitió otras llegadas (como dos claras definidas por Correa y Alejandro Gómez), no volvió a sufrir tanto. Lo que mantuvo durante todo el partido fue su plan de atacar rápidamente y por afuera (74,9% de sus avances se dieron por las bandas, con un 44,9% por la izquierda), lo que se refleja en la escasa participación de su doble 5: sus dos jugadores con más toques fueron Omar Alderete (50) y el siempre peligroso Miguel Almirón (47), con Mathías Villasanti (28 intervenciones en 89′) y Jorge Morel (20 en 63′, que por 90′ serían 28,57) en el noveno y undécimo lugar de la lista, respectivamente.
De contra o por los costados, la Albirroja creó así tres de sus cuatro chances peligrosas y exigió más a Martínez (ocho de sus 10 remates fueron en la la segunda parte). Como se plantó mejor en el campo y Cristian Romero y Nicolás Otamendi se impusieron menos por arriba (de 8/8 duelos aéreos ganados antes del entretiempo pasaron a 2/9 después; los complicó especialmente el ingresado Carlos González, que en 15′ mostró su fuerza y su altura para tener un 5/6 en ese apartado), lo que había sido importante para que la Selección mantuviera el dominio al evitar salidas en largo, llevó las acciones a una mayor paridad.
Aunque igual llegaron, los de Scaloni no alcanzaron el mismo nivel del comienzo. Entre una menor movilidad, errores en el último tercio y suplentes que no causaron el impacto deseado (al incluir a Guido Rodríguez y armar un doble 5 para respaldar a cuatro delanteros, el equipo quedó más partido y entró en esa búsqueda más directa mencionada por el entrenador), su dominio se diluyó. Igual tuvo la posibilidad de convertir, pero no contó con la misma claridad y superioridad de sus anteriores pasajes favorables.
Así lo analizó el técnico santafesino: «Nosotros sabíamos cómo jugaba Paraguay, siempre presionando. Creo que el equipo salió de esa presión y generó situaciones claras. Es incómodo para todos, no sólo para Argentina. Sabíamos que iba a ser un rival difícil». En otro rendimiento de mayor a menor, la igualdad tiene un sabor agridulce por las ocasiones perdidas. Aun así, el punto conseguido en una cancha difícil representa un paso más hacia el Mundial.
Crédito de la foto de portada: Jorge Sáenz/AP.
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