En un cruce trabado, con más faltas (42) que remates (18), la Selección igualó con Brasil (0-0), pero festejó su clasificación al Mundial por el triunfo de Ecuador.
Aunque el equipo argentino dejó la cancha con una mezcla de decepción y bronca, pocos minutos después de haber entrado al vestuario recibió una noticia que le cambió el ánimo. Si los futbolistas habían terminado el duelo con Brasil molestos por los constantes cortes en el juego, la victoria de Ecuador sobre Chile (2-0) les permitió desatar los festejos por haber alcanzado la clasificación al Mundial. Superado un empate en cero que dejó sensaciones ambiguas, por ciertos pasajes de superioridad dentro de un encuentro chato y luchado, sacar los pasajes para Catar con cuatro fechas de anticipación (más un partido suspendido) les dio la posibilidad de cerrar con una sonrisa un excelente 2021, que incluyó la llegada a la cima continental en el medio de la consolidación de una nueva identidad.
«Este año fue magnífico. La obtención de la Copa, la clasificación al Mundial y el invicto (llegó a 27 encuentros). Todo fue soñado», resumió Lionel Scaloni, quien ha liderado el proceso desde el armado de un gran grupo y la paulatina incorporación de matices futbolísticos. En San Juan, Argentina prolongó su momento de felicidad en un clásico muy trabado. Con 42 faltas cometidas, casi una cada dos minutos, el trámite estuvo marcado por los cortes constantes. Entre esas fricciones, la Albiceleste se mostró mejor durante un período más largo.
Su principal virtud estuvo en la presión, que fue coordinada y en general logró su objetivo. Desde los emparejamientos individuales sobre los cuatro defensores y los dos mediocampistas centrales (Fabinho y Fred) cuando la pelota estaba atrás, con la prioridad de llevar el balón a un costado y orientarse hacia allí para liberar al lateral del lado contrario, con frecuencia la Selección recuperó o forzó imprecisiones. Brasil pudo salir algunas veces, sobre todo con pases largos a las bandas (el 81,2% de sus avances fueron por afuera, con un 46,4% por izquierda y un 34,8% por derecha) o a un futbolista detrás de ese bloque de seis argentinos (en distintas ocasiones, Tite gritó el nombre de Lucas Paquetá para que intentaran ubicarlo entre líneas), pero no logró hacerlo con consistencia ni crear mucho peligro. Entre la solidez que mostraron Nicolás Otamendi y Cristian Romero para ir hacia delante y quitar -sobre todo el cordobés, quien también trabajó mucho hacia atrás como respaldo del lateral- e imprecisiones, varios ataques se diluyeron. Aunque Vinícius Júnior y Raphinha desequilibraron desde el mano a mano (completaron 5/7 y 4/6 regates, respectivamente), Emiliano Martínez solamente fue exigido para dos atajadas, su cantidad más baja desde el 3-1 sobre Venezuela.


En cuanto a la fase ofensiva, a Argentina le costó poner a un atacante en una situación de ventaja. Sin un Lionel Messi pleno, con una circulación algo lenta y por momentos con muchos jugadores involucrados en la salida, encontró dificultades para desacomodar el sólido bloque defensivo de la visita. Si bien llegó con peligro con remates desde fuera del área, le faltó entrar al último tercio en un contexto favorable (igualdad o superioridad numérica, un mano a mano o con recepciones en velocidad detrás del doble 5, por ejemplo). El poco uso de la franja izquierda, con muchos pases para atrás (ver arriba) y pocas opciones de profundizar (apenas 21,9% de sus avances se dieron por ahí), hizo extrañar la agresividad al espacio y los desmarques permanentes de Nicolás González, que así puede ser una opción en profundidad o liberar a otros compañeros. Además, su ausencia (no pudo estar en la convocatoria por haber dado positivo de coronavirus) llevó a Giovani Lo Celso a jugar más abierto, donde no influye tanto en la tenencia.
Justamente, la menor fluidez en la posesión -con respecto al techo del equipo- confirma el pequeño bache en el rendimiento de la Selección. De sus cuatro partidos con menos remates en estas Eliminatorias, tres son los últimos: ejecutó siete en el 1-0 a Perú, siete en el 1-0 a Uruguay y nueve en San Juan; la otra marca es de la primera fecha, con 8 en el 1-0 a Ecuador. Más allá de los rivales, que plantaron bloques compactos, es algo que refleja el presente del conjunto de Scaloni (que en el torneo promedia 14,15). Una parte se relaciona con la salida, uno de los puntos con más margen de mejora. En los partidos anteriores se habían visto buenas progresiones desde atrás, pero en general con ventaja en el marcador (con «viento a favor», por cómo da más confianza y libera y cómo desmoraliza al adversario). Ante presiones ordenadas, la Albiceleste suele sufrir.
Además, Romero facilita muchas cuestiones por su gran capacidad con el balón y se nota cuando no está. En el clásico, desde que salió faltó un central que jugara hacia delante: a los problemas por características o lugar en la zaga se sumó la falta de movimientos. Se ve en los mapas de pases del Cuti, Otamendi, Germán Pezzella y Lisandro Martínez, quien no pudo aprovechar su capacidad para romper líneas (ver abajo). Para peor, ninguno condujo para atraer una marca y generar espacios detrás, como pidió varias veces De Paul desde que el central del Tottenham dejó el campo. Con una línea de tres, como se planteó en varios momentos para iniciar el juego, esto es algo fundamental y no se utilizó.




Cuando la pelota llega al medio Argentina sí muestra más recursos, sobre todo porque suma futbolistas de buen pie y complementarios (en cómo entienden el juego, su lectura y sus movimientos). Pero los oponentes empezaron a tapar mejor esa zona (Perú y Uruguay hasta pusieron tres mediocampistas centrales) y la calidad de la circulación bajó. Asimismo, varios jugadores no están en su mejor versión, el tercer gran motivo de esa menor producción. Messi y Leandro Paredes, dos piezas clave, no jugaron o estuvieron disminuidos físicamente en los últimos tres compromisos. A eso se suma el bajón de Lo Celso, lo que completa las ausencias o un menor nivel de tres protagonistas centrales (son tres vértices de un rombo en el medio al que se suma De Paul) del muy buen volumen de juego que el equipo había alcanzado anteriormente.
Aun así, es una buena señal que la Selección sumó siete puntos de nueve (y sin recibir goles) en ese lapso. No siempre va a brillar y es positivo que igual tenga pasajes de control/dominio, pero tendrá un crecimiento si logra mejorar la salida y suma recursos para abrir bloques compactos (con centrales más involucrados para crear la primera ventaja desde atrás o sociedades por afuera, por ejemplo). Asegurada la clasificación para el Mundial, con lo que dejan estos encuentros que pasaron y con lo que se puede probar en los que vendrán es posible continuar el proceso de desarrollo, como mencionó Scaloni: «Sacamos cuatro puntos contra dos rivales dificilísimos. A todos nos gusta ganar, es evidente, pero estos partidos hacen que el equipo madure. Sin dudas, el balance es positivo».
Crédito de la foto de portada: Juan Ignacio Roncoroni/EFE.
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